Inmediatamente ocurrido el desastre, pudimos comprobar cómo rápidamente la comunidad internacional se movilizó para las ayudas humanitarias, tanto personal humano, como material técnico pasando por todo lo necesario para la subsistencia empezó a llegar al país. Pudimos observar imágenes que, al menos a mí, no se me van a borrar de la memoria. Ha quedado grabado en mi memoria la imagen de ese bombero rescatando con vida a un niño de no más de cinco o seis años, se ha quedado marcada en mi retina la expresión de su cara, agarrado a su salvador. Y la sonrisa de satisfacción del bombero ante la culminación de haber podido salvar una vida. Que rápido se dice y que grande es lo que conlleva.
Sin embargo, está la otra cara de la moneda. Hemos comprobado también la peor vertiente del ser humano. Ante tal desastre, ante tal tragedia, nadie con un mínimo de moral, de valores, de dignidad, puede imaginarse como algunos desaprensivos se aprovechan del caos para cometer actos, deleznables, viles. Escuché a través de los medios de comunicación, que se estaban denunciando desapariciones de menores, se imaginaban que para el tráfico de órganos, para lucrarse con adopciones ilegales, o yo que sé para que barbaries. ¿Qué clase de persona puede secuestrar a un menor para arrancarle de su cuerpo un órgano?. No tengo la contestación. Pero si el veredicto de ese acto. Aberración.
Podríamos seguir poniendo ejemplos de diferentes formas de comportamientos del ser humano, pero prefiero terminar así.
Sería conveniente que de vez en cuando todos realizaramos un ejercicio de introspección, y revisaramos nuestra conciencia, y a lo mejor nuestras actuaciones serían mejores.